En la cancha siempre «está pasando algo», pero si tu lectura de juego se empaña de emociones, la efectividad en la toma de decisiones peligra.
Dicho así hasta suena fácil, pero lo cierto es que no lo es tanto, ya que las emociones, en algo tan visceral como el deporte, siempre suelen estar a flor de piel listas para complicarnos la existencia.
La famosa “lectura de juego” se empaña de emociones cuando las cosas salen mal, porque las urgencias empiezan a jugarnos en contra subiendo los niveles de ansiedad o atentando contra nuestra autoestima dentro de la cancha. Pero también se empaña y confunde cuando las cosas salen bien, ya que tener los niveles de ego por las nubes suele ponernos al borde de esa sensación de “todo lo puedo” que se torna peligrosa cuando, indirectamente, contribuye a que nos olvidemos de los compañeros de ruta o de los riesgos que entraña el rival que tenemos delante. Creérsela es bueno, claro, pero como todo, siempre de los límites aconsejables o manejables.
El tema es que, tratándose de personas, no hay una vara confiable para medir este tipo de cosas. Las emociones son algo muy personal, ya que todos las vivimos de manera diferente. Por eso, la clave, si es que hay una, es la autoexploración, mirar para adentro, conocerte, para aprender cómo hacer jugar a las emociones a tu favor, y no en tu contra durante un momento tan crucial como la competencia, y por qué no, el entrenamiento.
Un deportista / entrenador enojado suele tomar decisiones por despecho o caer en el capricho. Un deportista / entrenador asustado o presionado suele buscar su manotazo de ahogado en recetas preconcebidas buscando soluciones mágicas. Y, sabemos, que en la gran mayoría de los casos, ese tipo de decisiones basadas en una respuesta puramente emocional, no te llevan a buen puerto, o al menos no tienen una base sólida que pueda ser avalada por las estadísticas en cuanto a su efectividad.
El Equilibrio Emocional es clave para lograr una correcta Lectura de Juego, en la cancha, en el manejo del grupo… en la vida misma. Y ese tan mentado Equilibrio Emocional no se hereda, no viene por arte de magia ni depende exclusivamente de situaciones externas. Es propio, viene de adentro, y se puede manejar, construir y cuidar.
¿Por qué seguir dando ventaja cuando se puede buscar herramientas para rendir mejor?