En el mundo del deporte las decisiones son moneda corriente. Consciente o inconscientemente, el deportista (y como siempre, en esta categoría incluimos al entrenador) toma a diario cientos de decisiones.
Decisiones comunes a todos los mortales y otras propias de la actividad deportiva, y muchas veces, en ese mar de decisiones, terminamos trabándonos indistintamente con las más tontas o con las más importantes, metiéndonos sin querer en una rueda de malestar que suele ponernos en situación de incomodidad al no dejarnos rendir como deberíamos, deseamos o el entorno pretendería que lo hiciéramos.
Decisiones, decisiones y más decisiones…
Decisiones cotidianas: ¿qué me pongo?, ¿qué comemos?, ¿mate o café con leche?, ¿a dónde vamos?, ¿salimos o vemos una película en casa?, ¿qué camino conviene tomar para llegar más rápido a…?, etc.
Decisiones personales o con mayor proyección: ¿rubia/o o morocha/o?, ¿auto o moto?, ¿Boca o River? –sin, distinción de camisetas, solo para marcar polaridades en las que entran las preferencias o decisiones a nivel político, religioso, social, etc.-, ¿el mar o las sierras?, etc.
Y por si esto fuera poco, las Decisiones inherentes a la profesión, que en cada caso van desde ¿defino al primer palo o al segundo palo?, ¿lo defiendo o salgo a robarle la pelota?, ¿la tiro yo o la paso?, ¿saque abierto o a la T?, ¿salimos a esperar o a presionar arriba?, ¿traigo un goleador caro o dos delanteros que se puedan complementar?, ¿enganche o cuatro volantes?, etc., etc., etc…
Vivimos muy rápido y no solemos tomar conciencia de la cantidad de decisiones que tomamos a diario, y fundamentalmente, del desgaste energético que acarrea esa toma de decisiones permanentes.
Arrancamos la mañana decidiendo que vamos a desayunar, y en algunos casos terminamos la noche en la última pelota de un partido, decidiendo si ganamos o perdemos y, en algunos casos, si salimos campeones o no, si clasificamos o no, o si nos salvamos o nos vamos al descenso. Decisiones, Decisiones y más Decisiones.
En el alto rendimiento, los profesionales suelen prepararse para llegar en óptimo estado al momento decisivo. Se planifica una temporada, una semana, un viaje, un día, un partido, buscando llegar en las mejores condiciones a ese momento tan esperado, sea cual fuere. En el deporte amateur o incluso en el deportista de fin de semana, también suele haber una preparación que lleva a administrar esfuerzos, salidas, comidas y demás, buscando llegar bien al compromiso elegido. Pero en todos los casos, sin quererlo, muchas veces, descuidamos el desgaste mental que acarrea la maquinaria interna que se mueve en el proceso de decisión.
Decidir consume energía, y el desgaste o consumo de energía depende directamente del peso que le demos a cada decisión, es decir, de la forma en que encaramos la tarea de tener que optar entre tal o cual cosa.
Cuando estamos bien, generalmente repartimos bien esas cargas, y no solemos hacernos mala sangre delante del ropero, de una bifurcación de caminos o con la carta en un restaurante. No nos enroscamos en decisiones banales o tontas y le damos el peso que realmente tienen, y eso nos permite no gastar energías innecesariamente y llegar bien al partido, y en él, al momento en que necesitamos toda nuestra lucidez para decidir correctamente: ¿pase o tiro?, ¿primer palo o segundo?, ¿anticipo o espero?, ¿palo a la paralela o globo?
En tiempos en los que el deporte muestra cada vez más paridad de fuerzas, sacar ventaja en pequeños detalles es lo que suele marcar la diferencia. Cuando la cosa está pareja y se llega al cierre en situación de paridad, suele ganar el que tiene más ganas de hacerlo, pero sobre todo, el que está más lúcido para decidir correctamente en ese instante crucial.
Y a Decidir, como a todo en la vida, se aprende. Aunque tal vez, la clave pase por cómo encaramos el proceso de decisión, para que evitar enroscarnos con cosas que no lo ameritan o a gastar en ese proceso de decisión más energía de lo necesario.
En ese tren, algunas de las claves para economizar o administrar bien esas energías, pueden pasar por encarar las situaciones teniendo en cuenta algunos de estos tips:
Aprender a Decidir… A veces decidimos confiando en nuestra intuición, otras luego de un concienzudo análisis. Cada decisión demanda un proceso diferente y parte del éxito radica en saber analizar y encarar cada proceso, porque no es lo mismo la firma de un contrato, la elección de un club o un jugador, que si le pego al primer palo o al segundo, a donde voy a sacar en el match point o si me la juego y la tiro u opto por pasarla.
Todos soñamos con tomar la decisión correcta en el momento justo, y para eso, como para todo en la vida, hay que prepararse, y aquí vuelvo sobre un concepto que no me canso de repetir: entrenamos el físico, la técnica y decenas de aspectos más, pero no siempre trabajamos sobre aspectos mentales o actitudinales de la vida o el juego, y suele ser “ése” el punto en el que terminamos fallando. Aprender a decidir, manejar la presión u optimizar nuestro nivel de concentración, por ejemplo, pueden ser aptitudes innatas en algunas personas, pero la mayoría, con el apoyo correcto, puede trabajar para adquirirlas, tanto en la vida como en el plano deportivo, y la guía de un psicólogo puede ser la llave que nos ayude a abrir la puerta hacia esas potencialidades.