Increíblemente, pese a que cada día se habla más de las cuestiones psicológicas, en Argentina, el deporte profesional sigue pretendiendo esquivar la necesidad de contar con un psicólogo deportivo en los planteles.
La NBA se adelantó generando la obligatoriedad de abordar profesionalmente el tema de la salud mental en las franquicias, cuando algunas de sus estrellas (DeMar DeRozan, Kevin Love, Alex Abrines, Paul George y Paul Pierce, entre otros), acusaron haber sufrido depresión y desbordes de ansiedad.
Aquí en Argentina, en plena pandemia, la AFA atrapó el guante, anunciando que sería obligatorio contar con un departamento de psicología en los clubes de primera división. Pero la historia quedó solamente en eso, anuncios que nunca se concretaron efectivamente. Y como tantas otras cosas, la crisis pasó al olvido sin pena ni gloria. Como si los casos de suicidio (como el de Morro García); las confesiones públicas de Matías Almeyda o el Chori Dominguez hablando de depresión y ansiedad; o los incontables casos de violencia de género, no ameritaran una respuesta que vaya más allá de un mero anuncio o un protocolo.
La realidad marca que, en nuestro país, ni el fútbol ni el básquet, se toman en serio el tema de la salud mental, y que, con suerte, el 30 por ciento de los equipos en ambas ligas, cuenta con un psicólogo deportivo dentro de sus estructuras.
La pregunta obvia es ¿cuáles son las razones que llevan a que suceda esto?, en especial, teniendo en cuenta que se trata de ligas con presupuestos millonarios, salvando las distancias entre uno y otro deporte. La razón no es económica ni mucho menos, sino que suele tratarse de un tema de “Prioridades” (en qué gastar o invertir), atado al “Desconocimiento” (¿por qué o para qué ocuparnos de este tema?).
Las presiones son parte del menú en el alto rendimiento deportivo, y no manejarlas bien puede desembocar en cuadros depresivos severos, desbordes de ansiedad o ataques de pánico o crisis de motivación que lleven a bajones pronunciados y abandono temprano de la actividad, y ni hablar de lesiones.
Debajo del uniforme deportivo hay una persona que vive, siente, sufre y sueña, y que no siempre llega preparada para manejar, de manera solvente, una realidad en la cual el objetivo parece ser todo, y donde la cultura exitista se convierte en una daga que atenta contra el disfrute y el desarrollo de deportistas y equipos.
En este marco, la inclusión de un psicólogo (el único profesional realmente capacitado para trabajar este amplio espectro de situaciones) en el cuerpo técnico o departamento médico, no debería ser materia de discusión. Pero…
¿Por qué se sigue discutiendo o generando dudas en torno a algo que, en otras partes del mundo deportivo, suele estar tan claro?
La respuesta hay que buscarla en el desconocimiento que suelen tener muchos de los que toman decisiones a la hora de contratar: dirigentes o managers, y entrenadores, que muchas veces no cuentan con un conocimiento acabado acerca de para qué se quiere o necesita un psicólogo deportivo.
Para muestra, un par de frases que deberían tener fecha de caducidad… Entrenador que medio en broma medio en serio, afirma: “El mejor psicólogo del equipo soy yo”. Entrenador o directivo que dice que “prefiero el coaching” o ahora, en pleno auge del prefijo “neuro”, gente que habla con peligrosa liviandad de “neurociencia”. Desconocimiento puro, ya que el psicólogo, obviamente, hace coaching (es una de sus tantas herramientas de trabajo), o que los ejercicios de neurociencia no son técnicas con las que pueda jugar o trabajar cualquiera, independientemente de que un psicólogo, además, está para contener, escuchar, prevenir, dar herramientas para afrontar diferentes situaciones, aportar un ángulo diferente de visión al entrenador, estudiar las estructuras humanas del grupo, trabajar el proceso de recuperación de lesiones, o ayudar en la anticipación o resolución de conflictos, por citar rápidamente, algunos de los aportes que podemos hacer desde nuestro rol.
¿Entonces? Entonces no debería hablarse más de “Psicologo si, Psicologo no”, y así como con el tiempo los cuerpos técnicos/médicos se fueron ampliando y especificando, el entrenamiento mental, la salud mental, deberían tener su lugar, ¿no?