El exitismo salvaje de estos tiempos es uno de los principales condicionantes para que no se pueda valorar debidamente los logros conseguidos, sea cual fuere el marco deportivo o personal. El vértigo nos pone, inmediatamente después de obtenido algún lauro, ante la necesidad de revalidarlo o superarlo, quitándonos tiempo para celebrar, disfrutar, dimensionar lo conseguido y repasar y aprender de cómo lo logramos
Nos cuesta crecer y sobre todo disfrutar, pese a que se supone que el deporte se basa en un juego. Y en los últimos tiempos hemos sido testigos de la proliferación de jóvenes profesionales abandonando una carrera promisoria; deportistas de primer nivel desertando en competencias importantes alegando no poder manejar la ansiedad o la presión; y ni hablar de los casos en los cuales la pérdida termina siendo irreparable.
Los motivos de consulta de muchos deportistas y entrenadores tienen que ver con la imposibilidad de disfrutar, y basta repasar declaraciones periodísticas para caer en la cuenta de que las palabras “sufrir” o “sufrimiento” están en boca de un altísimo número de protagonistas. Pero… ¿No era un juego? ¿No es el deportista uno de los profesionales mas envidiados en el mundo laboral? ¿Por qué se sufre en un ámbito que debería ser lúdico y cómo ese sufrimiento atenta contra la capacidad de jugar, divertirse, aprender, crecer y mejorar? Ufff… Cuántas preguntas, ¿no?
Inevitablemente, vamos a caer en el remanido tema de las presiones y de cómo juegan su partido en esta historia.
Técnicos que renuncian, jugadores que no rinden o disfrutan. ¿No son señales de que hace falta trabajar seriamente sobre las personas? Las empresas se ocupan desde hace tiempo de generar estructuras de trabajo mas sanas ampliando su tarea en lo que refiere a los recursos humanos y trabajando con apoyo para mejorar a sus líderes. ¿Y los clubes y entidades deportivas? Hmmm… En muchos casos, la respuesta es: “Bien, gracias”.
En los clubes se suele apostar a que un Líder (el DT) nos guíe, y lo cierto es que, en muchos casos, ese líder no está del todo capacitado o no da abasto con todo; pero así y todo se le tira toda la responsabilidad y luego se le exige en consecuencia.
¿Soluciones? Las mismas que en todos los ámbitos de la vida: Capacitarse y/o Pedir Ayuda. Pero…
La especialización ha llegado al mundo deportivo, pero pese a que tanto se habla de la cabeza, la actitud, la motivación, el foco o la cohesión grupal, y de cuanto influyen en el resultado deportivo, los cuerpos técnicos o las estructuras deportivas siguen cerrándole las puertas a los Psicólogos, o considerándolos un bien prescindible al que se puede acudir en caso de incendio.
Generalmente, se suele limitar el «para qué» de la participación del Psicólogo en los planteles deportivos a la «resolución de conflictos», o a atender consultas individuales, pero… ¿Quién se ocupa, por ejemplo, de la contención y de ayudar a reprogramar positivamente la cabeza del deportista lesionado para acelerar el proceso de recuperación? ¿Quién capacita en prevención, preparación mental, toma de decisiones, concentración y demás?
Trabajar la Cabeza es cada vez más importante, porque a partir de ella es que se potencia el crecimiento personal y deportivo, al poner la mira sobre temas vitales como la Motivación, el Foco, el Liderazgo y la Comunicación, que abren la puerta para establecer mejores relaciones grupales, entre otras cosas.
En muchos grupos, se suele dejar esos temas en manos de otros integrantes del Cuerpo Técnico, pero la realidad marca que no siempre pueden hacerse cargo realmente de esos temas, sea por falta de tiempo o por falta de conocimiento científico o actualizado a la época.
Luego, ante la falta de resultados, los justificativos apuntarán a razones anímicas, de concentración, de unión grupal y vaya a saber cuantas cosas más… Sobre las que nunca se trabajó a conciencia.
Trabajar sobre las estructuras humanas del Equipo sirve para potenciar vínculos y generar mayor respuesta en lo actitudinal, tanto en lo colectivo como en el plano individual.