«Nadie Nos Prepara»

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El suicidio del futbolista uruguayo Williams Martinez conmovió al mundo deportivo rioplatense, todavía golpeado por lo que había sucedido con el “Morro” García. Dos casos extremos de una realidad que cada vez sorprende menos: deportistas exitosos o de alto rendimiento, hablando o dando señales de problemas en su salud o bienestar mental.

Alto rendimiento no siempre es sinónimo de salud, y el aspecto psicológico no corre por caminos diferentes.

Sin llegar a tomar un camino tan extremo, Naomi Osaka, número uno del ranking mundial de tenis en ese momento, pateó el tablero ausentándose de Roland Garrós primero, y de Wimbledon días más tarde.

Entre sus razones esgrimió que no quería ser una distracción, y que sin pretender trivializar lo relacionado con la salud mental, confesó haber sufrido trastornos depresivos producto, entre otras cosas, de lo que llamó ansiedad social.

“Nadie te prepara para toda la atención que recibes”, dice en el documental que Netflix estrenó hace unos días, y no le falta razón, a pesar de las opiniones livianas y desubicadas de los opinadores de turno, que sentenciaron que, por su posición en el ranking, “tenía que estar preparada”.

La Fama llega muy rápido y confunde. El deportista, de chico, se prepara, casi como un robot, asistido y cuidado por entrenadores y familia, hasta que un día debuta en primera y firma su primer contrato, o gana su primer torneo importante; y allí su mundo cambia radicalmente, porque deja de ser un desconocido, para pasar a estar delante de todos los flashes.

Al principio todo es color de rosa, nuevo, divertido. En especial, porque en casos como el de muchos futbolistas, boxeadores, o la propia Osaka, el éxito es el único camino para esquivar la pobreza y las privaciones.

El problema es cuando esa bruma del éxito inicial se disipa, porque allí es donde aparecen las dudas. El entorno se amplía (manager, sponsors, prensa, allegados) y empieza a reclamar, y el deportista queda expuesto a emociones y pensamientos que posiblemente nunca trabajó y, por ende, no sabe manejar.

“Solo quiero que bloquee todas las distracciones, todo el ruido, y se concentre en jugar al tenis”, dijo antes de su primer torneo como Coach de Naomi, Wim Fissette, allá por 2020. Esa vez, Naomi no pudo y quedó eliminada en el Open de Australia en tercera ronda.

Y el punto es que aprender a hacerlo, puede ser natural para unos pocos, pero el grueso de la gente, debe trabajarlo, igual que el saque, el revés o alguna nueva rutina física. Y ahí caemos en la necesidad de incorporar el entrenamiento mental al staff, no solo del profesional, sino especialmente, del deportista en formación, ya que a veces, cuando el vaso rebalsa, es difícil volver atrás o lograr que eso no deje huellas. Pero si preparamos al joven deportista para que aprenda a manejar presiones, a concentrarse o activarse y, fundamentalmente, si le enseñamos a ocuparse de la persona que crece debajo del uniforme deportivo, vamos a tener más chances de que ese chico/a pueda disfrutar el proceso, y se acostumbre más rápido o más fácil a convivir con las presiones y exigencias del deporte de alto rendimiento.


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