La Confianza es determinante para tener el rendimiento deseado en el deporte. Sin ella, todo se hace más cuesta arriba.
Hay jugadores que tienen rachas largas de buen rendimiento, en las que parece que todo les sale. Pero más de una vez, ese mismo jugador, después de un tropiezo, una lesión o un parate, vuelve como si no fuera ese que hasta hace algún tiempo brillaba o la rompía. A veces, hasta parece una versión totalmente descolorida de sí mismo.
¿Qué es lo que pasa? No es magia ni brujería. Ese talento, esas condiciones, siguen estando, pero no pueden aflorar por “falta de confianza”.
En la otra vereda vemos a aquellos que, una vez que alcanzan cierto nivel de rendimiento, la oscilación nunca llega a ser tan pronunciada, y los vaivenes, cambios o sobresaltos, no llegan a afectarlo sobremanera.
¿Cuál es la diferencia entre uno y otro?
Obviamente, ambos tienen las condiciones y el talento necesarios para brillar o jugar en ese nivel. Pero el primero depende de un entorno o ambiente favorable para poder mostrar ese potencial. Su confianza, se alimenta en gran parte de los estímulos externos (un entrenador que apoya o confía, compañeros, rivales, momento personal, etc.). Simplificándolo a psicología de café, juega bien cuando se alinean los planetas, pero no necesariamente sabe cómo hacer para alinearlos.
El protagonista del segundo ejemplo también llegó, pero los tropiezos no lo hacen volver a la salida, como en el Juego de la Oca, sino que retoma más o menos donde había dejado, porque el camino hasta allí fue construido por él, a partir de trabajo personal y aprendizaje psicológico. Su confianza, sus condiciones, son suyas, y no depende de lo venga de afuera para rendir. Sabe cómo enfocarse para hacerlo de manera eficiente, sobreponiéndose a las circunstancias del entorno.
La Confianza es tuya, y se debe trabajar para fortalecerla y hacerla impermeable a los estímulos externos.
¿Qué estás esperando para empezar a convertirte en el jugador que soñás?