Generalmente, cuando un deportista / equipo no alcanza el rendimiento esperado, las razones suelen apuntar a temas relacionados con lo psicológico o mental, en mayor medida que hacia aspectos técnico – tácticos. Eso que falla suele tener que ver con la persona, más que con el deportista, y en un alto porcentaje, esas razones tienen que ver con el manejo de las emociones. Tener la cabeza clara a la hora de tomar decisiones en momentos calientes es vital en el deporte, y Daniel Goleman, autor del best seller “Inteligencia Emocional”, desarrolló, entre muchas cosas ligadas al tema, un punto específico que tiene directa relación con el deporte: “El Estado de Flujo”.
El “Flujo” es un estado de absorción beatífica centrado en el presente, en el que espectadores y competidores desaparecen y la excelencia se produce sin el menor esfuerzo. Diane Roffe-Steinrotter, ganadora de una medalla de oro en los Juegos de Invierno de 1994 dijo, después de haber terminado su turno de participación en la carrera de esquí, que sólo recordaba haber estado inmersa en la relajación: “era como si formara parte de una catarata”.
La capacidad de entrar en el estado de “Flujo” es el mejor ejemplo de la inteligencia emocional, un estado que tal vez represente el grado superior de control de las emociones al servicio del rendimiento y el aprendizaje. En ese estado las emociones no se ven reprimidas ni canalizadas, sino que, por el contrario, se ven activadas y alineadas con la tarea que estemos llevando a cabo.
De uno u otro modo, todos hemos entrado alguna vez en el estado de “Flujo” (o en un apacible micro flujo), especialmente en aquellos casos en los que nuestro rendimiento es óptimo o cuando trascendemos nuestros límites anteriores.
El rasgo distintivo de esta experiencia extraordinaria es una sensación de alegría espontánea, incluso de rapto, en el que su conciencia se funde con su acción. La reflexión excesiva en lo que se está haciendo interrumpe el estado de “Flujo” y hasta el mismo pensamiento de que “lo estoy haciendo muy bien” puede llegar a ponerle fin. En “Flujo”, la atención se focaliza tanto que la persona sólo es consciente de la estrecha franja de percepción relacionada con la tarea que está llevando a cabo, perdiendo también toda noción del tiempo y del espacio. Es un estado de olvido de uno mismo, el opuesto de la reflexión y la preocupación, un estado en el que la persona se encuentra tan absorta en la tarea que está llevando a cabo, que desaparece toda conciencia de sí mismo y abandona hasta las más pequeñas preocupaciones de la vida cotidiana (salud, dinero e incluso hasta el hecho de hacerlo bien). Los momentos de “Flujo” son momentos en los que el ego se halla completamente ausente.
Las personas que se hallan en este estado exhiben un control extraordinario sobre lo que están haciendo y sus respuestas se ajustan perfectamente a las exigencias cambiantes de la tarea. Y aunque el rendimiento de quienes se hallan en este estado es extraordinario, en tales momentos la persona está completamente despreocupada de lo que hace y su única motivación descansa en el mero gusto de hacerlo.
Hay varias formas de entrar en el estado de “Flujo”. Una de ellas consiste en enfocar intencionalmente la atención en la tarea que se esté llevando a cabo; no hay que olvidar que la esencia del “Flujo” es la concentración.
Otra forma posible de entrar en este estado también puede darse cuando la persona emprende una tarea para la que está capacitado y se compromete con ella en un nivel que exige de todas sus facultades. Mihaly Csikszentmihalyi, psicólogo de la Universidad de Chicago, concluyó que: “Las personas parecen concentrarse mejor cuando se les pide algo más que lo corriente, en cuyo caso son capaces de ir más allá de lo normal. Si la demanda es muy inferior a su capacidad, la persona se aburre y si, por el contrario, es excesiva, termina angustiándose. El estado de flujo tiene lugar en esa delicada franja que separa el aburrimiento de la ansiedad”.
La atención en “Flujo” es relajada aunque muy concentrada; es una concentración muy distinta de la atención tensa propia de los momentos en los que estamos fatigados o aburridos, o en los que nuestra atención se ve asediada por sentimientos intrusivos como la ansiedad o el enojo.
El “Flujo” es un estado carente de todo ruido emocional.
Si observamos a alguien que se halle en este estado tendremos la impresión de que las dificultades se desvanecen y el rendimiento cumbre parece algo natural y cotidiano. En el “Flujo”, el cerebro se halla en un estado frío, y las tareas más complejas se realizan con un gasto mínimo de energía mental. En “Flujo”, todo parece fácil de llevar a cabo.
Cuando las personas están comprometidas con actividades que capturan su atención y la mantienen sin realizar esfuerzo alguno, su cerebro calma, por lo que el “Flujo” permite encarar las tareas más complejas sin alcanzar el límite de la capacidad, un estado en el que las habilidades se realizan más adecuadamente y todo parece funcionar más eficazmente. Cuando el cerebro está trabajando en la zona cúspide de su eficacia, como ocurre en el caso del estado de “Flujo”, existe una relación muy precisa entre la actividad cerebral y los requerimientos de la tarea. En ese estado, hasta el trabajo más duro puede resultar renovador y pleno en lugar de extenuante.
La pregunta es: ¿se puede trabajar para alcanzar / reconocer / aprender a conectarme con mi Estado de “Flujo”? La respuesta es “si”. La cabeza y las aptitudes mentales se trabajan. Solo hay que proponérselo y, si hiciera falta, pedir la ayuda adecuada.
Cuenta Juan “Pipa” Gutiérrez, medalla de bronce en los Juegos Olímpicos de Beijing con la Selección Argentina de basquetbol, que…
A lo largo de mi carrera deportiva hubo una búsqueda constante de conocerme para explotarme mejor. Fue una lucha inútil. Mis roles en los diferentes equipos, clubes, países y situaciones fueron tan distintos, que siempre tuve la sensación de correrla de atrás. Quizás sea fruto de mi auto exigencia desmedida el haberme sentido así. Porque, tratando de hacer un análisis objetivo, diría que estoy muy en el medio del abanico de estados emocionales dignos de un deportista profesional. Ni relajado totalmente al punto de que no importen los resultados, ni un manojo de nervios que te impida competir… En el medio.
Sólo por breves períodos de tiempo tuve la sensación descripta como Estado de Flujo.
La sensación podría describirse como una ausencia de sensaciones. Nunca sentí que durara mucho, ni siquiera la totalidad de un solo partido. Pero cuando el partido terminaba, intentaba recordar acciones particulares y no podía. Había ocurrido de manera automática y veía todo en el juego como si estuviera en cámara lenta, y yo el único en funcionamiento normal. Los tiros entraban, los rebotes venían a mí, no sólo no sentía el cansancio, sino que tenía un plus en las piernas de velocidad y fuerza.
Es espectacular. Y breve, como todo lo espectacular. Es realmente muy difícil llegar a ese estado. Es un conjunto de: esfuerzo personal por encontrarse en situación de confort. La tranquilidad de sentirse apoyado por entrenador y compañeros. Un objetivo concreto, cuanto más difícil, mejor. Y ni siquiera puedo asegurar que juntando todos estos ítems vayamos a conseguirlo. Mi consejo para todos los jugadores, sin excepción, sería hacer el esfuerzo de conocerse. Es importante saber qué teclas tocar en la búsqueda del mejor rendimiento personal. Aunque la corran toda su carrera de atrás, como yo.