¿Qué es lo que lleva a un deportista exitoso a caer en la depresión? ¿Cuáles son las señales para advertir que la persona ha entrado en terreno peligroso?
Solemos emparentar a la Depresión con la clásica imagen de una persona tirada en la cama, a oscuras o en penumbra, absorta en pensamientos limitantes que la vuelven incapaz de afrontar los desafíos que les plantean las circunstancias que le toca vivir. Y en términos generales podríamos decir que es correcto, pero existe otro tipo de conductas depresivas más difíciles de detectar, precisamente, porque la persona que las sufre no muestra ese comportamiento de manual que mencionábamos líneas arriba.
En términos clínicos se la suele reconocer como Depresión con Alta Funcionalidad, que es un cuadro que caracteriza a personas que cumplen en el trabajo, que son activas y parecen felices, pero detrás de esa apariencia esconden a menudo un tipo de depresión que pueden llevar arrastrando durante años con episodios de distintos niveles de gravedad. Y aquí es donde suelen entrar los deportistas de alto rendimiento o las personas exitosas.
No es fácil detectar que ese compañero de equipo/trabajo, padece un tipo de condición psicológica que lo sume en un estado de sufrimiento permanente.
El común de la gente piensa “¿Qué problema puede tener?”. Mientras que el entorno (pareja, familia, amigos, representante, prensa, entrenador, dirigentes, etc.), sin quererlo, siguen alimentando el “Síndrome de Superman”, infiriendo que el deportista tiene que dejar atrás cualquier posibilidad de reconocerse humano, falible, sufriente… Porque mañana hay una competencia que ganar.
Asi, el día arranca para ellos con una ansiedad galopante, potenciada por la presión asfixiante que supone que “tenés que poder con todo”, lo que los lleva a aparentar normalidad para poder cumplir con la obligación. Y, más temprano que tarde, estas situaciones terminan haciéndose crónicas, hasta desembocar en una depresión mayor.
La depresión con alta funcionalidad es una condición grave, de allí que nos encontrarnos con casos de suicidio sin que el círculo íntimo de la persona conozca la razón. Nadie se explica cómo alguien con una vida en apariencia perfecta o exitosa, ha optado por esa salida tan dramática.
La vida deportiva, o de la persona exitosa, suele estar atada a una sucesión de objetivos que se enlazan uno tras otro, provocando que la persona no tenga el tiempo de disfrutar profundamente los logros alcanzados, lo que le impide llenar su tanque emocional con sensaciones positivas. Siempre hay un nuevo objetivo que obliga a enfocar, más allá de que, en algunos ambientes, hasta parezca “fuera de lugar” detenerse a celebrar y disfrutar, cuando desde lo psicológico, está “recetado” hacerlo.
La persona puede expresar emociones positivas, pero no siempre logra sentirlas, y eso los pone en una situación tan ambivalente como agotadora, porque necesitan aparentar normalidad, simular eficacia, bienestar y competencia.
Este tipo de cuadro se da también en personas muy exigentes consigo mismas. Cultores del perfeccionismo que no dudan en criticarse, no se permiten fallar, dudar, ni aparentar debilidad o vulnerabilidad. Esa tendencia marcada a la autocrítica, muchas veces termina convirtiéndose en autocastigo, y lo que es peor, desplazándose al entorno, que suele estar marcado por errores, aspectos irritantes, molestos o vacíos, potenciando aún más el sufrimiento del individuo.
Así, hasta lo más pequeño se magnifica, y cualquier situación puede desembocar en un berrinche importante. Sobredimensionar los problemas eleva los niveles de estrés. Pero por imperio de la capacidad, la solución aparece, aunque a un alto costo, lo que va minando la energía hasta que el paciente no puede más.
Por miedo a flaquear o por desconocimiento, la persona intenta generalmente manejar la situación a su manera, llegando en algunos casos a ser consciente de su malestar, angustia e infelicidad. Pero lejos de solicitar ayuda profesional, suelen optar por aplicar sus propias estrategias de afrontamiento, camuflando o desplazando el problema.
La depresión con alto funcionamiento caracteriza a todo aquel que es incapaz de detenerse, de tomar plena conciencia de que necesita ayuda psicológica. La necesidad de vivir apurado (en los deportistas por la famosa “carrera corta”), auto exigirse y mostrar eficacia, esconde a menudo una realidad implícita tan seria como preocupante.
El mayor problema de este tipo de cuadros, tan común en el mundo deportivo, es que, en la mayoría de los casos, cuando el atleta se da cuenta o lo asume, suele ser tarde, porque ya se ha optado por caminos dañinos (alcohol, drogas, autoflagelación, rupturas, suicidio) o la carrera ha terminado o está por hacerlo. De allí que sea tan importante formar e informar a los jóvenes, para que entiendan que el apoyo o acompañamiento psicológico es determinante en estos tiempos, para potenciar el rendimiento, una carrera o para evitar momentos desagradables o riesgosos.
Debajo del uniforme deportivo hay una persona que hay que cuidar, y que también debe aprender a cuidarse.