El Plan B

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En los tiempos que corren, en los cuales tanto el deporte profesional como el formativo se han vuelto una olla de urgencias y presiones, son cada vez más los chicos y chicas que se meten tanto en su actividad, al punto de perder peligrosamente vínculo con lo que está fuera de su microclima deportivo.

El mandato con olor a amenaza dice que “la carrera es corta”, y subidos a ese tren, los deportistas suelen meterse en una especie de cuarto cerrado en el que solo parece importar aquello que tiene que ver con lo que supuestamente les dará más “chances de llegar”. Entonces, de chicos (cada vez más chicos) empiezan a llevar vida de profesionales, en la que el colegio, incluso, empieza a jugar un papel secundario, en muchos casos avalado por los propios padres.

Algún entrenador, queriendo o sin quererlo, les metió una fichita a los padres: “el nene/a tiene condiciones”, a lo que seguramente vino luego que “si trabaja duro puede llegar”, y Papá y Mamá, por el motivo que sea (necesidades económicas, el deseo que su hijo tenga un futuro promisorio o solo un presente alejado de los flagelos sociales), compraron. El novel deportista, entonces, empieza a tener vía libre para poner el deporte por delante de cualquier cosa. Algunos padres exigen terminar la secundaria, pero esa exigencia suele diluirse o ser solamente eso, algo que hay que hacer sin convicción, solo por cumplir.

El chico/a cumple, y en muchos casos la termina, pero no hay en su cabeza más planes que jugar, ser profesional… Las apetencias intelectuales se reducen, su vida va del club o el entrenamiento a las redes sociales, y el mundo interno y externo empiezan a reducirse peligrosamente.

En muchos casos, esta conducta llega a ser bien vista: “es sano, responsable, se cuida mucho”, pero desde lo emocional / intelectual tal vez no lo es tanto, porque ese encierro provoca que no haya más planes que triunfar, y las urgencias llevan a que esa necesidad de triunfar sea hoy, cada fin de semana, en cada entrenamiento, y entonces las presiones se acrecientan, y cada mal partido o incluso una mala práctica, suele devolvernos una persona difícil de tratar, ya que las emociones (frustración, bronca, depresión, etc.) salen a flor de piel, muchas veces justificadas por un entorno complaciente, que la suele de comprensivo ante el pichón de crack que está mal porque tuvo un mal día.

Suena exagerado, pero con las variaciones del caso, es algo que se ve en infinidad de casas de pequeños pichones de cracks, muchos de los cuales, ni siquiera llegaran a probar las mieles del éxito.

¿Duro? Sí, pero real. Entrenar, actualizarse, mirar partidos, ir al gimnasio y hasta ir al psicólogo deportivo es bueno, pero si tu mundo solo se reduce a tu vida deportiva, las posibilidades de encontrar felicidad más allá de la cancha o la competencia se reducen mucho, y tus posibilidades de pasarla bien o ser feliz empiezan a depender del resultado deportivo.

Por eso, entre otras cosas, es clave que haya vida más allá del deporte o fuera del club, y no hay nada más sano que tener o buscar otras apetencias o actividades que puedan servirte para aprender, crecer o simplemente como escape o cable a tierra para cuando las cosas no te salieron como querías en la cancha.

Tener un Plan B abre tu cabeza hacia horizontes superiores. Mejora la persona que está debajo del uniforme deportivo, y cuanto mejor es la Persona, mejor será el Jugador. Y te aseguro que la ecuación no falla.

No hay excusas para no estudiar, enriquecerte o seguir formándote, y no hablamos solo apuntando a lo que viene después del retiro. Siempre se puede, sino, basta saber que Stephen Curry terminó su licenciatura en arte durante la temporada 2021/2022 de la NBA.

Las portadas siempre se quedan con las grandes figuras, pero Curry no es el único entre infinidad de atletas y super atletas que optaron por seguir formándose y trabajando su cabeza y su persona paralelamente a su carrera deportiva.


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